Written by ECOSCórdoba on 17 julio, 2013
«Bio» 4 y los agrocombustibles: más contaminación por menos alimentos
La planta de etanol que funciona en Río Cuarto augura las consecuencias de un negocio con graves consecuencias socioambientales.
Por Asamblea por un Río Cuarto Sin Agrotóxicos
La creación y puesta en funcionamiento de la planta de agrocombustibles Bio 4 en Río Cuarto, lejos de ser un orgullo para nuestra región, debería alertarnos acerca de una actividad que ya está siendo cuestionada por científicos, organismos gubernamentales y no gubernamentales, organizaciones sociales y ciudadanos de todo el mundo.
Bio 4 comenzó su actividad en septiembre de 2012 y se constituyó en la primera planta de producción de etanol a base de maíz de Argentina, seguida por más de una docena de proyectos de este tipo ubicados en su mayoría en la provincia de Córdoba.
Durante años se ha intentado convencer a la población de que los mal llamados “bio” combustibles son una solución para los actuales problemas medio ambientales, especialmente con el argumento de que su uso reduciría las emisiones de dióxido de carbono y se transformaría en una solución al cambio climático.
Sin embargo, cada vez más estudios demuestran que los recursos necesarios para producir agrocombustibles –denominación cada vez más extendida para esta actividad dado su vínculo directo con los agronegocios- hacen que su expansión sea igual o aún más contaminante que la obtención de combustibles fósiles. Es que las materias primas utilizadas para generar estos hidrocarburos se obtienen de la agricultura intensiva, con uso de pesticidas y fertilizantes, y a la vez dependen para su procesamiento, transporte y distribución del uso del petróleo.
Especialistas de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos, aseguran que la producción de combustible a base de maíz arroja un balance de energía negativo. Es decir: se gasta más energía en cultivar, cosechar y transformar el cereal en combustible que lo que devuelve después el etanol dentro de un motor.
Pero además, el crecimiento de esta actividad significa la expansión de la frontera agropecuaria y un importante aumento de la cantidad de hectáreas sembradas con cultivos transgénicos. En Argentina, se estima que la producción de etanol hará crecer en poco tiempo un 10% el área sembrada con maíz. Ya conocemos las consecuencias de esa expansión: millones de litros más de agroquímicos que van a contaminar el suelo, el aire y el agua; millones de personas más con enfermedades provocadas por las fumigaciones; millones de bosques, plantas y animales que desaparecen; millones de familias campesinas y originarias desalojadas. Además de la pérdida de biodiversidad que esto representa, resulta paradójico que la deforestación inherente a la producción de agrocombustibles se traduce justamente en un aumento de las emisiones de efecto invernadero que la actividad vendría a resolver.
Y por sobre todas las cosas, el crecimiento de la industria de los agrocombustibles significa que las tierras cultivables sean destinadas cada vez más a llenar los tanques de los autos en un mundo en el que mil millones de personas sufren hambre. Sin ir más lejos, el prestigioso ambientalista estadounidense Lester Brown, presidente del Earth Policy Institute, indicó que para producir el etanol suficiente para llenar un tanque de combustible de cien litros se necesita la cantidad de granos que una persona come a lo largo de un año.
Las consecuencias económicas de esta situación ya están a la vista: el valor de los agrocombustibles provoca el aumento en los mercados internacionales de los precios de los alimentos. México fue uno de los primeros países en advertirlo: en 2006, el precio de la harina de maíz se duplicó a partir de las especulaciones que generó la industria del etanol en el mercado de granos.
Ese es el modelo en el que Bio 4 es pionero. Con la producción de 50 millones de litros de etanol por año, la planta ubicada al sur de la ciudad ha hecho de Río Cuarto la primera sede de una industria cuyas consecuencias sociales, ambientales y económicas ya comienzan a sentirse a nivel local, nacional e internacional.
El agua que se va
La realidad planteada demuestra que la firma de un convenio con Emos, a través del cual Bio 4 financiará las obras para ampliar en 10 millones de litros de agua por día la capacidad productiva de la ciudad, es un maquillaje para ocultar el impacto negativo de esta industria. Los vecinos de la planta lo saben bien: desde que la misma comenzó a funcionar vienen denunciando la grave contaminación que se está generando en la zona, la cual puede comprobarse con sólo observar las enormes lagunas que invaden los campos que rodean el lugar y sentir el olor nauseabundo que desprenden.
Mientras tanto, los beneficios que el acuerdo firmado con el ente municipal tiene para la empresa son evidentes. En primer lugar, el aporte que Bio 4 hará le será descontando mediante las facturas de agua, por lo que en menos de dos años recuperará la inversión realizada y el dinero terminara siendo aportado por todos los riocuartenses.
Al mismo tiempo, la planta utilizará 1,2 millón de litros de agua diarios, lo que la convierte en el mayor usuario de agua potable de la ciudad. Incluso, a medida que el proyecto avance, llegará a usar tres millones de litros, es decir un 30% del líquido vital que llegaría al sudeste de Río Cuarto con la nueva obra. Si a esto sumamos los millones de litros de agua necesarios para regar las 600 toneladas de maíz que día a día procesa Bio 4, se vuelve evidente quién gana y quién pierde con el negocio.
Frente a esta realidad, desde la Asamblea por un Río Cuarto Sin Agrotóxicos expresamos nuestro enérgico repudio al avance de los agrocombustibles y al funcionamiento de Bio 4 en la ciudad. Denunciamos también la complicidad del gobierno municipal y los medios de comunicación locales con esta empresa, que de múltiples formas y con el único objetivo de obtener mayores ganancias busca enmascarar las graves consecuencias que su actividad representa para nuestra zona en el corto y largo plazo.