
Las madres de la Generación Monsanto
Se espera un nuevo juicio por las fumigaciones de barrio Ituzaingó Anexo, como así también una posible audiencia convocada por la justicia federal sobre el caso Porta.
Por Lea Ross | @LeandroRoss
Monsanto ha dejado de ser solo el nombre de una empresa de existencia centenaria. La palabra ya de por sí alude a una noción, una idea o una forma de ver el mundo y de cómo organizarse. Esa idea se explayaría en nuestro país a partir de la llegada de su soja transgénica RR y su químico estrella glifosato. Una transformación territorial tan radical en el trayecto del tiempo como cuestionada en el hoy.
«Alrededor del 80% del área cultivable de Argentina se utiliza para monocultivos transgénicos. Y el uso de agrotóxicos ronda los 430 millones de litros anuales que son esparcidos directamente sobre 17 millones de personas. Desde ese momento el estado entregó nuestra soberanía alimentaria a las corporaciones vinculadas al agronegocio», señalan desde las organizaciones sociales de Córdoba, en referencia también a Syngenta, Dow-Dupont y Basf. Junto con Bayer -la famosa empresa farmacéutica que se fusionó con Monsanto y cuya transacción paulatina se completará a finales de este año- acaparan el negocio total de semillas transgénicas y el 75% de las investigaciones científicas sobre los «mejoramientos fitosanitarios».
En abril pasado, un Tribunal Internacional Popular de La Haya declaró a Monsanto como culpable por daños a la salud y el medio ambiente. La información recolectada durante el proceso de carácter simbólico, será utilizado para exigir una reforma al Estatuto de Roma y que, de este modo, dentro del Corte Penal Internacional se incluyan -además del genocidio, crímenes de lesa humanidad, de guerra y de agresión- una quinta figura que es el ecocidio. «Vemos cada año el crecimiento de los desmontes, el desplazamiento de pueblos originarios, las inundaciones, la contaminación de suelos y agua, y pueblos enteros padeciendo enfermedad y muerte. Y consecuentemente con eso, nuestra lucha también debe ir en aumento, porque acá compañeras y compañeros nos estamos jugando la vida», señalan las organizaciones.
Córdoba viene siendo un escenario donde se repela esa idea-noción llamada Monsanto. En plena jornada de la Marcha Mundial contra Monsanto, mientras distintas ciudades del mundo se movilizaron contra la multinacional, en la ciudad capital cordobesa se congregaron distintas referentes que han visto a Monsanto toparse en su camino, en los momentos más dolorosos de sus vidas. «Nosotros hace 15 años que venimos denunciando a Monsanto», señala Vita Ayllon, una de las Madres de Barrio Ituzaingó Anexo. «Y consideramos que nuestro rol es el de concientizar. Porque a nosotros nos mató el desconocimiento. Nosotros teníamos un campo de soja a 50 metros de nuestras viviendas, pero no sabíamos del peligro que estábamos expuestos».
Eli Leiria, madre y abuela, fue una de las vecinas de Malvinas Argentinas quien se mantuvo desde el inicio del conflicto contra la instalación de la planta de Monsanto en Malvinas Argentinas: «Fue una lucha durísima. Pero hemos contado con la ayuda de gente de muchísima gente del país y del extranjero. Yo creo que si no hubieras estado acompañados de tanta gente, no habríamos podido echar a Monsanto de Malvinas Argentinas». El frustrado negocio de Monsanto en Malvinas Argentinas apuntaba a una mega-fábrica procesadora de semillas de maíz transgénico. Tanto la soja como el maíz de Monsanto no se destinan para la alimentación de los cuerpos, sino para el engorde del ganado o para la producción de biocombustibles. Este último, marca un prometedor negocio a escala mundial.
«Porta es el hijo indecente de Monsanto», señala una vecina con megáfono en mano. La zona de los barrios San Antonio e Inaudi, ubicados al sur de la capital cordobesa, muestran una situación semejante a Ituzaingó Anexo; una nueva forma de padecimiento a partir de los reacomodos del agro-negocio. Porta Hnos. emana desde sus chimeneas sustancias químicas como tolueno, metanol y etanol, a partir de la fermentación del maíz transgénico para la producción de bioetanol. Algunas de las pelechas del maíz se meten en los patios de las casas, o incluso dentro de las mismas. Tanto esos desechos como los gases y olores, dependen de la circulación del viento. El mismo temor que los vecinos de Malvinas le tenían a la planta de Monsanto, por el desprendimiento de las semillas curadas con químicos en los silos.
«En nuestra intuición de madres de decir que iba a pasar algo malo, empezamos a darnos cuenta que nos habían puesto literalmente una bomba de tiempo», señala Silvia Cruz, vecina de San Antonio, quien acarrea la carga de los cimientos de la fábrica de Porta, pegada a su casa: «100 mil litros de bioetanol diario, consumiendo más de 700 mil litros de agua de red y de la electricidad de red, era lo que Porta estaba absorbiendo no solamente la vida, sino también a todo el barrio».
En este momento, permanecen imputados funcionarios públicos por haber habilitado la instalación de la planta de Monsanto en suelos donde no estaba permitido; en una orden inédita para la justicia provincial. A su vez, se espera que este año se inicie un nuevo juicio por las fumigaciones de barrio Ituzaingó Anexo, donde se pretenderá indagar los posibles nexos de las pulverizaciones -sentenciadas como ilegales en el juicio de 2012- con los impactos en la salud de los vecinos. Y finalmente, se espera una posible audiencia convocada por la justicia federal sobre el caso Porta, para ahondar en una posible solución al conflicto.
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