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Written by melidassano on 25 julio, 2015

Malvinas Argentinas : » Hasta las últimas consecuencias»

MarchaporMalvinas

Por Berta Camprubí * 

Con victorias jurídicas y populares ya en el bolsillo piensan hacer frente a Monsanto » hasta las últimas consecuencias».

«Yo oía a las madres de Ituzaingó , estas mujeres que estaban en lucha, pero como no tenía ninguna noción de lo que eran los herbicidas lo que decían me parecía descabellado.» Elecinda Leiria es vecina de la ciudad de Malvinas Argentinas, provincia de Córdoba. A 20 kilómetros de campos de soja de esta población se encuentra Ituzaingó Anexo, el barrio que puso freno a la tiranía de los agrotóxicos. En 2001 Sofía Gatica y otras vecinas comenzaron la lucha social, ambiental y legal contra las fumigaciones que habían llevado a su barrio y a sus hijas cáncer, intoxicaciones, malformaciones y muerte.

Glifosato en sangre

Las Madres de Ituzaingó lograron hacer visible una problemática presente en muchas otras poblaciones de la provincia número uno en producción de soja en Argentina – un 30% del total en el año 2014 – y conquistaron importantes victorias a nivel legal como la Ley de agroquímicos aprobada en 2004 que establecía límites de 500 metros de distancia para las fumigaciones terrestres y 1500 para las aéreas. Aunque es una ley de ámbito provincial, esta legislación creó un antecedente vital en la lucha global contra los mercados de los agroquímicos y los organismos genéticamente modificados (OGM).

«Para mí era todo mentira hasta el 2006, año en que tuve la experiencia propia de tener herbicida en sangre. Comenzaron los vómitos, diarrea, mareos, pérdida de peso, de vista, mucho sueño, dolores de cabeza… «, explica Leiria. Los médicos no pudieron diagnosticar cuál era la causa de todos aquellos males hasta que ella no los explicó que junto a su casa había una molienda de bidones de glifosato, el herbicida más utilizado en todo el mundo, patentado por la multinacional de productos químicos Monsanto con la marca RoundUp. Después de pasar por toxicología descubrió que había estado inhalando esta sustancia durante años y que no había una medicación concreta para su problema; «’La tormenta se va pero las secuelas quedan’, esta fue la frase del médico», recuerda.

Llega Monsanto

Un pequeño flashback: el año 1996 el gobierno neoliberal de Carlos Menem – uno de los responsables del Corralito de 2001- aprobaba la introducción de una variedad de soja transgénica resistente al RoundUp creada por Monsanto (nótese el kit de la cuestión: Monsanto llega a tener el monopolio de todos los productos agrícolas necesarios para las expansivas cosechas de soja).

Este hecho incrementó la producción de soja del país – y su consecuente deforestación – hasta situarlo, actualmente, en un tercer lugar después de Estados Unidos y Brasil – y considerarlo un “desierto verde”. Volviendo al siglo XXI, el 15 de junio de 2012 la presidenta de Argentina Cristina Kirchner anunciaba la instalación en la población de Malvinas Argentinas de una planta de selección de semillas de maíz de la empresa estadounidense Monsanto, una inversión de 1.800 millones de pesos – 187 millones de euros. «Con las condiciones que había, básicamente por la falta de trabajo, aquí lo celebramos», explica Lucas Vaca, un vecino del pueblo, «luego empezamos a investigar en internet, con otros colectivos y después se cae de maduro que no estaba nada bueno”. Propietaria del 90% de los OGM de todo el mundo, Monsanto ha depredado miles de campesinos con su monopolio de patentes de semillas de soja, maíz y algodón. Sus herbicidas aplicados con avionetas a miles de hectáreas de cultivos son sinónimo de muerte para el resto de vida alrededor, del mismo modo que se siguen estudiando los múltiples efectos secundarios perjudiciales de los alimentos y bebidas genéticamente manipulados que ingerimos a diario. Todo camuflado bajo el negocio de la impunidad; según un análisis del Food and Water Watch, en la última década las principales empresas de biotecnología agrícola, las mayores de las cuales son la alemana Bayer y Monsanto, han gastado 572 millones de dólares en contribuciones a campañas electorales y lobbying político y corporativo. Entre 2009 y 2010 Monsanto sola gastó 53 millones de dólares en «gastos políticos» según este análisis.

Desde su fundación en 1901, el actual gigante de los transgénicos y sus laboratorios científicos sólo han creado productos que han generado controversia por ser causa potencial de perjuicios a la salud o impactos ambientales negativos. La sacarina, la hormona de crecimiento bovino – prohibida en la Unión Europa – o el poliestireno son ejemplos de ello.

Guerra versus inteligencia

Ni siquiera de temas bélicos se ha mantenido alejada Monsanto. La empresa, que opera en más de 160 países, participó de las investigaciones para la creación de armas nucleares y la producción de plutonio. También fue una de las proveedoras del agente naranja con el que el ejército norteamericano roció cultivos y selvas durante la guerra de Vietnam para facilitar el exterminio del enemigo. Más allá de las víctimas durante el conflicto, como resultado del uso del agente naranja aproximadamente un millón y medio de personas han sufrido malformaciones o problemas neurológicos, tanto vietnamitas como soldados del ejército estadounidense. Éste último colectivo interpuso una demanda colectiva en 1984 por los daños sufridos a la que Monsanto y el resto de empresas químicas respondieron con «un acuerdo por ambas partes en lugar de emprender un largo y complicado juicio», según la web oficial de la multinacional. El acuerdo incluía la distribución de 180 millones de dólares entre los damnificados yanquis. Por el lado asiático, un tribunal de Brooklyn denegó en 2005 la demanda judicial que las víctimas vietnamitas habían presentado contra estas multinacionales acusadas de haber puesto a la disposición del ejército de Estados Unidos ése defoliante altamente tóxico.

Es difícil enumerar todos los escándalos legales, sociales y medioambientales en los que se ha ensuciado Monsanto, pero ya es bastante significativo comentar las dos noticias más relevantes en los últimos meses que manchan su nombre. Por un lado este último mes de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) ha clasificado el glifosato como elemento «probablemente cancerígeno para humanos».

Acampada por la Vida

MonsantoMata

Volviendo a la pequeña población de Malvinas Argentinas, donde las máquinas y los camiones ya circulaban poco después del anuncio de la presidenta de la nación, unas 600 vecinas preocupadas con la instalación de la planta de Monsanto al lado de sus casas exigían explicaciones a la municipalidad. Lucas cuenta que «la excusa del intendente era que aquí no se fabricaría glifosato, que aquí sólo se haría la selección de semillas». Las vecinas realizaron al azar diez análisis de sangre entre la población, siete de las cuales detectaron plaguicidas – concretamente Aldrin, Dieldrín, DDT y Beta HCH. «Si el 90% de los agrotóxicos de Argentina son de Monsanto, Monsanto nos ha intoxicado. No dejaremos que plante una semilla más «, esta fue la conclusión de la que terminó por llamarse Asamblea Malvinas Lucha Por La Vida, como afirmó Lucas Vaca. Después de conseguir apoyo legal independiente, descubrir que no existía un estudio de impacto ambiental de la zona y presenciar cómo Monsanto financió cursos de formación y una piscina municipal en su pueblo, las vecinas auto-convocadas de Malvinas Argentinas con la participación de Madres de Ituzaingó, Paren de Fumigar y otros colectivos, decidieron ir a impedir la construcción en persona.

Tras varias marchas, tanto en el pueblo como en Córdoba capital, muchas de las cuales fueron duramente reprimidas por las fuerzas del orden, la plataforma coordinada organizó un festival de música estratégico para llevar a cabo la acción. El 18 de septiembre de 2013 se celebró el primer “Festival Primavera Sin Monsanto” delante del terreno en cuestión. Al terminar el festival algunas vecinas subieron al escenario y compartieron con el público: «compañeras, nosotros nos quedamos aquí, quien se quiera quedar a sumar fuerzas será bienvenido», recuerda Lucas. Durante los tres primeros meses, de relativa tranquilidad, fueron llegando más refuerzos. En un inicio no permitían la entrada de los camiones con material de construcción, más adelante cerraron la entrada también a las trabajadoras, muchas habitantes del pueblo, hecho que creó graves conflictos violentos entre los dos bandos, activistas y sindicatos.

Represión financiada

Pronto construyeron barricadas, parcialmente simbólicas. A partir del mes de diciembre llegaron las duras represiones por parte de las fuerzas de la autoridad. Lucas Vaca fue uno de los activistas que sufrió las operaciones policiales en el acampe; «16 balas de goma yo recibí. Hubo más de 60 heridas.»

“En una ocasión vinieron más o menos 300 obreras y nosotras éramos quince en la acampada. Bueno, vinieron los medios de comunicación, se montó una gorda aquí «, explica Elecinda Leiria.

Celina Molina, vecina de Malvinas Argentinas licenciada en administración, participó activamente de una de las jornadas en las que hubo más conflicto entre las obreras y las activistas del acampe: “las que decían ser mujeres de los trabajadores, chicas entre 15 y 20 años, nos gritaban “ustedes no quieren dejar que nuestros maridos trabajen, Monsanto nos da de comer a nosotros!”. Al tiempo supimos gracias a trabajadoras sociales que esas chicas habían sido contratadas, a través de la UOCRA (Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina), por Monsanto para “ir a pegar a los hippies del acampe”, literalmente decían eso. Por 300 pesos creo que fue”. Celina y sus compañeras intentaron evitar que los camiones de la construcción entraran al terreno donde se proyecta la planta de selección de semillas, pero fueron abordadas por esas mujeres. “La estrategia siempre fue esa, despejar el puesto por donde entraban los camiones, entretenernos, pelearnos si oponíamos resistencia, para que lograran entrar los camiones”. “Cuando me lancé a parar el último camión que entraba, cuatro mujeres me agarraron, me tiraron al suelo y me empezaron a dar. La policía, obviamente, totalmente funcional a ellas.”, relata Celina. Ester Quispe, una de las activistas de la asamblea Malvinas Por la Vida de más vehemencia, reflexiona sobre el hecho de que se esté manipulando a una parte de la clase oprimida para que oprimir a la otra. “Lo gravísimo de todo esto es que éste sistema logra enfrentar al pueblo contra él mismo, pobre contra pobre”. «Lo más sorprendente de todo, para mí, fue que en la acampada y sufriendo las represiones, eran casi todo mujeres. La mujer tenía un nivel más elevado de conciencia sobre lo que podía pasar en un futuro «, añade Lucas. “Creo que las mujeres en este caso tenemos unas sensibilidad por la conservación de la vida, justamente por ser dadoras de vida, tenemos conciencia de que todo, todo afecta”, cuenta Celina desde su experiencia.

Bloqueo legal

En febrero de 2014, con cinco meses de bloqueo en la espalda, la gran corporación yanqui presentó un estudio de impacto ambiental rechazado por la comisión de la Secretaría de Ambiente de la Provincia de Córdoba. Poco después un fiscal de anticorrupción abría una investigación para comprobar que la planta no incumpliera la ley de usos del suelo. A día de hoy la multinacional planea entregar un nuevo estudio de impacto ambiental aunque según la ley de Política Ambiental de Córdoba “todo proyecto que haya sido desestimado o rechazado por la Autoridad de Aplicación, no puede presentarse nuevamente para su evaluación.»

A pesar de todos los inconvenientes e infortunios Monsanto sigue insistiendo. «Monsanto hace años que estudiaba esta localización,» explica Lucas, «aquí debajo hay uno de los acuíferos más importantes del continente, y cerca hay una planta de Coca-Cola que utiliza productos Monsanto también. Es la nueva colonización a través de las empresas». Por último, con un tono casi fatalista, Lucas afirma que «esta gente son dueños de la vida y la alimentación mundial «,» esperamos que aquí no haya muertos pero tendremos que luchar hasta las últimas consecuencias contra Monsanto».

Varios países, sobre todo europeos, han prohibido desde sus estatutos y constituciones el cultivo de productos de Monsanto en su territorio. Sin embargo lo que no prohíben es la importación de productos elaborados con inventos químicos y tóxicos de Monsanto, por lo que están dejando que América Latina siga siendo el laboratorio del llamado “primer mundo”. Muchas de las exportaciones de cultivos que están causando tan graves consecuencias y represalias en el continente americano se utilizan en la Unión Europea como alimento para el ganado.

Resistencia

Las quince compañeras que resisten em la acampada, la mayoría de las cuales prefieren mantenerse en el anonimato debido a la represión que ya han sufrido, definen la gran multinacional de transgénicos como «una de las raíces de manipulación de la humanidad», «la máxima expresión de muerte», «sufrimiento», «coexistencia sin existencia», «la devastación de todo el sistema planetario» o «una muerte acelerada, antinatural».

(*) Escrivint a @La_Directa

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