
Dos años del 15F: la piedra en el zapato
A 24 meses del diluvio en Sierras Chicas, un breve análisis de los damnificados sobre el rol de los estados y de la situación actual.
Por Lea Ross | @LeandroRoss
En aquel 15 de febrero de 2015, la tercera parte de todo lo que llueve en un año lo hizo en menos de un día. Vecinos que estuvieron siete horas esperando que los rescataran. Mil evacuados. Doce muertos oficiales. Y centenares de millones de pesos en infraestructura destruidos.
Silvia Rodríguez es vecina en Mendiolaza e integrante de la Asamblea de Sierras Chicas, conformada por vecinos luego del ‘tsunami caído del cielo’: “Hubo negligencia. Dejaron que el dique rebalsara, sabiendo que estábamos en épocas de lluvias. No hubo cortes de vados. Tampoco de aviso, sabiendo que ellos ya tenían una advertencia de que este fenómeno se estaba por producir. Ellos desde el día anterior ya tenían información. Y nosotros lo hemos comprobado. Y tenemos las pruebas en la justicia”.
Lo recuerdos fluyen en el aniversario de la tragedia, donde la Asamblea de Sierras Chicas organizó una caravana de autos, que recorrieron el corredor desde el Dique La Quebrada hasta Villa Allende, para luego concluir en una radio abierta en Unquillo. El cielo, va oscureciéndose: “En este momento que se está nublando, no sabemos qué hacer”, señala Silvia.
Un cartel irónico escrito con tempera expone la siguiente leyenda: “Plan: ¡Cuidado, viene el agua! ¡Rajemos!”. “Estamos pidiendo las sirenas de alerta temprana -apunta Silvia-. Desde los gobiernos dicen que está todo bajo control. Nosotros no sabemos si va haber sirenas, quién nos va avisar, hacia dónde hay que ir, cómo tenemos que salir. No tenemos información de nada”.
Video: Comunicado de la Asamblea de Sierras Chicas, a dos años del 15F.
Pablo Ligato también integra la Asamblea y es vecino de Unquillo: “Se hicieron puentes, vados y pasarelas. Y se ha dragado mucho el río, pero dejan los materiales sueltos en los costados y cuando llueve un poco, ya esta listo para dragarlo otra vez. Eso te hace hasta sospechar de que sea un negocio de meter máquinas y amigos, y de generar siempre un buen negocio con los inundados.
“De prevención, nada -continua Pablo-. Porque tenemos a Defensa Civil formada por decreto, pero no sabemos cuál es el lugar de evacuación, no sabemos qué hacer cuando hay una sirena, ni cuando viene el agua. No esta nada coordinando, no se sabe qué puentes cortar. Entonces estamos a lo oscuro: no sabemos para que lado disparara. Es muy triste ver que a dos años, en algo que no necesitaba tantos recursos, no se haya hecho: que es informar al vecino qué hacer”.
Finalmente, Pablo apunta a la selectividad que tienen los estados a la hora de entablar éstas problemáticas: “En Jesús María, un juez aceptó un recurso de amparo que ellos (los habitantes de allá) habían presentado. El mismo recurso de amparo que presentamos en Sierras Chicas no fue jamás aceptado. ¿Cuál es el problema? Que Jesús María es una zona agrícola, tenés mucha soja. En Carlos Paz, tenían pensado armar un puente para el turismo. En Sierras Chicas no tenemos turismo y no tenemos agricultura. Somos una piedra en el zapato. No generamos ganancias para los gobiernos”.
Al concluir la actividad, y mientras todo Sierras Chicas se acuestan a dormir, la lluvia cae con toda su fuerza. Un fuerte trueno hace sentir al presente cronista que casi pierde su tímpano. Al final, las nubes se trasladaron casualmente a Villa Carlos Paz y ha sido noticia el desborde de agua en sus calles.
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